Nuestra gran amiga peregrina Rosa Villada, ha incluído en su excepcional página web: http://www.rosavillada.es/ una nueva sección denominada: "Actualidad simbólica", con la que pretende comentar las noticias más destacadas desde un punto de vista distinto al que nos ofrecen actualmente los medios de comunicación. A continuación les mostramos su último artículo referente al trágico accidente ferroviario de Santiago de Compostela ocurrido hace escasos días. Esperamos se de vuestro agrado:
El tren descarrila en Santiago
Coincidiendo
con la festividad de Santiago Apóstol, inicio hoy una nueva sección en esta
página web, en la que iré comentando algunos aspectos de la actualidad, desde
un punto de vista simbólico. Se trata de no quedarse en la superficie de lo que
nos ocurre, sino de profundizar en el significado oculto de sucesos que afectan
a nuestra existencia. A la vida de todos nosotros. Porque el accidente ferroviario
de Santiago de Compostela, no implica sólo a las personas que viajaban en ese
tren y a sus familiares. Nos está hablando, en el lenguaje simbólico, a todos y
cada uno de nosotros.
El
trágico suceso se produjo momentos antes de iniciarse en la ciudad de Santiago
de Compostela los actos festivos para conmemorar el Día de Santiago Apóstol,
que se celebra cada 25 de julio. Estos actos quedaron suspendidos. No hubo ni
fuegos artificiales, ni misas con políticos, ni parafernalias, ni saraos institucionales,
ni nada que hiciera desviar la atención de lo realmente importante. Se da la circunstancia de que Santiago
Apóstol no es sólo el patrón de Galicia, sino que lo es de toda España y, por
tanto, este suceso obliga a todo el país a fijar su mirada en ese accidente.
Santiago
de Compostela es también un lugar de peregrinación en todo el mundo. En estos
días, miles de peregrinos de todos los países hacen su recorrido por el Camino
de Santiago. Esta circunstancia, y la magnitud del accidente, hacen que éste
trascienda nuestras fronteras y los medios de comunicación de todo el mundo también
se hacen eco de esta tragedia humana. Estamos, pues, ante un triste
acontecimiento que trasciende el ámbito local y el nacional, y que le otorga un
interés internacional.
En
el campo de la simbología y de los sueños –que son eminentemente simbólicos- el
tren representa el discurrir de la vida. No solo la vida personal de cada uno,
sino también la colectiva. Es un transporte colectivo. Los vagones van
enganchados unos con otros, dependen unos de otros y de la máquina que los
conduce. Cuando soñamos que perdemos un tren, nuestro inconsciente nos está
mostrando imágenes para decir a nuestra conciencia que estamos perdiendo
oportunidades que nos ofrece la vida.
En
el caso que nos ocupa se trata de un descarrilamiento. El tren se ha salido de
la vía por la que debía discurrir. No nos interesa analizar aquí las posibles
causas del siniestro. Si se deben a fallos técnicos o humanos. Tampoco vamos a
comentar las responsabilidades políticas, económicas o de cualquier otra
naturaleza, que puedan derivar, porque de eso ya se ocupan los medios de
comunicación. Se trata, como ya hemos dicho, de una aproximación al lenguaje
simbólico con el que este suceso habla a nuestra conciencia.
Y,
en primer lugar, nos habla de la muerte. Nos recuerda nuestra naturaleza efímera.
Cómo nuestra vida puede dar un vuelco –como los vagones del tren- de un momento
a otro. Sin previo aviso. A la mayoría de las personas no les gusta hablar de
la muerte y, mucho menos, ser conscientes de que pueden morir en cualquier
momento. La muerte es cosa de otros, pero nunca nuestra. Este suceso nos llama
la atención sobre lo efímero de nuestra existencia. Y no lo hace para
fastidiarnos las vacaciones, ni para amargarnos la fiesta que teníamos
preparada, como en Santiago. Lo hace porque la muerte es la otra cara de la
vida y no se puede vivir plenamente, sin esa conciencia de la muerte. Vivimos
porque vamos a morir, no se pueden separar vida y muerte.
Pero
hay muchas formas de morir y muchas almas, que habitaban los cuerpos que
viajaban en ese tren, han dado su vida para que los que nos quedamos aquí
reflexionemos y profundicemos sobre este suceso, más allá de lo que se percibe
a simple vista. Tal vez deberíamos preguntarnos si nuestra vida ha
descarrilado, como seres individuales y como sociedad. Si no circularemos
demasiado deprisa, sin saber adónde nos lleva el tren de nuestro destino. Si no
nos estaremos saliendo del camino que nuestras almas han establecido. Si no nos
sentiremos más atraídos por espectaculares fuegos de artificio, que por la luz
que mana de nuestro interior.
No
pretendo agotar en este breve comentario toda la simbología que recrea este
suceso, que va desde el número de muertos, hasta la hora en la que se produjo
el siniestro. No se trata de analizar la numerología, sino de que cualquier
persona, sin ningún conocimiento especial ni esotérico, pueda profundizar en el
accidente, más allá de la información televisiva. A pesar de eso, no puedo
sustraerme a comentar que en el calendario Maya, el 25 de julio se denomina
“Día fuera del tiempo”, porque se
encuentra en medio del año que finaliza el 24 –fecha en la que se produjo el
accidente ferroviario- y el inicio de un nuevo año que celebran el 26 de julio.
Quizás
este trágico suceso, que ha conmocionado a tantas personas, nos esté dando la
oportunidad de enmendar nuestro camino para que ese tren que simboliza nuestra
vida no descarrile ni se salga del trayecto marcado por nuestras almas.
Rosa
Villada, escritora y periodista.
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